En París están reunidos
dirigentes de todo el mundo para intentar un acuerdo global contra el cambio
climático. La meta es evitar un calentamiento promedio de la tierra por encima
de 2 grados comparado con la época preindustrial (en el 2015 ya está superando
un grado). Esto implica, como mínimo, mejorar la eficiencia energética y
reemplazar en los próximos 35 años el 100% de los combustibles fósiles por
energías renovables. Todo un giro en la economía global con una inversión
necesaria estimada en 450.000 millones de dólares. El compromiso también
implica un dificultoso monitoreo y verificación de las metas propuestas por
cada país, muchas veces incumplidas o con informes alejados de la realidad (ver
el artículo "¿Si lo hacemos nosotros?“). El
reemplazo de los combustibles fósiles y la mejora de la eficiencia energética
requieren el desarrollo de tecnologías capaces de trasformar la naturaleza para
poder brindar las soluciones adecuadas en tiempo y forma. Es así como
podemos observar un crecimiento sostenido de la biotecnología y la
nanotecnología con un rol protagónico indiscutible e insustituible para dar respuestas
a la problemática del siglo. La nueva economía o “economía de la
tecnología” centrada en las crecientes innovaciones tecnológicas y su
productividad irá reemplazando gradualmente a la “economía del mercado y de la
globalización” en crisis creciente y sin rumbo ético definido.
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